
Alicia, Coltrane, Maciej y yo
Auditorio de Conde Duque. Fotos: Festival de Jazz de Madrid 2017
Alicia siempre fue muy de follar con saxo alto de fondo. Pero cuando le enseñé las entradas que le había comprado como regalo de nuestro primer aniversario para ver al Maciej Obara Quartet en el Festival de Jazz de Madrid me miró con cara de sorpresa: “Yo a este tío no le conozco y tiene pinta de raro, y ya sabes que a mí el que me gusta desde siempre es John Coltrane”. Ya, pero como comprenderás es un poco difícil a estas alturas traer a John Coltrane al Festival, Alicia, le dije algo enfadado, porque aunque rara vez me acuerdo de los aniversarios, este 22 de noviembre hacía justo un año que Alicia y yo nos habíamos conocido bebiendo un Beaujolais nouveau, que para eso era la temporada.
Maciej Obara es saxo alto como Coltrane. Además, te diré que muchos le comparan con su última etapa. Le conté que aunque Maciej Obara Quartet aún no era muy conocido por aquí, en Polonia, su país de origen, es toda una referencia y uno de los grandes impulsores del lenguaje del jazz. En el Auditorio Conde Duque presentaban su último disco, Unloved, el noveno, el primero con el sello ECM, un sello especialmente enfocado a promocionar nuevos lenguajes del jazz.
Así que allá que nos fuimos, Alicia algo escéptica seguramente esperando un mejor regalo de aniversario y yo expectante por saber si, como dicen, Maciej Obara es un saxofonista virtuoso destinado a ser uno de los grandes. Tímido y metódico, pausado y detallista, estuvo acompañado al piano por Dominik Wania (apunten este nombre y a su Steinway), al bajo por Ole Morten Vaagan y a la batería por Gard Nilssen.


Ya desde los primeros compases se vio que aquello no iba a ser algo convencional. Ni fácil. La interpretación del saxo alto por parte de Maciej es de todo menos ortodoxa, con la experimentación y la vanguardia como señas de identidad. El cuarteto polaco fue alternando suaves piezas de jazz melódico y rítmico con piezas que rozaban el hard bop, un enloquecido cocktail que hizo que una alegre y dicharachera anarquía se apoderara de un auditorio a esas alturas ya entregado. Las piezas iban separándose por interludios y silencios que servían al cuarteto para seguir experimentando, y que disponían al público a prepararse para la tormenta final: abierta, densa, atmosférica, salvaje , acompasada, sutil y salvaje.
Esa noche, Alicia y yo no tuvimos la compañía del Beaujolais nouveau. Pero sí la de Maciej y su cuarteto. De fondo. Pero esa ya es otra (también bonita) historia.