
Entrevista a Abe Rábade
Aprovechando la pasada visita de Abe Rábade por el ciclo de JazzCirculo en el Circulo de Bellas Artes de Madrid nos reunimos con él a tomar un café y charlar. Fue una de estas ocasiones en las que uno sacrifica el guión establecido por un discurso rico, sereno y fresco que no es fácil encontrar. Se nota cuando alguien disfruta de su trabajo, en este caso no solo en la música.
Abe Rábade es un pianista y compositor Gallego nacido en 1977 y licenciado Cum Laude en «Jazz Composition y Piano Performance» por Berklee College of Music (Boston, EUA). Afincado desde el año 2000 en Santiago de Compostela donde combina la docencia con infinidad de proyectos con varias formaciones de Jazz y músicas afines, bandas sonoras, composiciones para gran formato y una lista importante de premios y reconocimientos.
El trío: Un proyecto estable en una trayectoria muy diversa
El día que yo decidí que quería dedicar mi vida a esto de la música tenia 15 años. Yo estaba estudiando en “Estudio Escola de música” en Santiago de Compostela y esta escuela formaba parte de la “Asociación internacional de escuelas de jazz”. Tuve la suerte cuando era niño de que me llevaron de alumno a esas jornadas, había master classes de 40 escuelas de 24 países diferentes, una cosa muy atractiva. Y la mayoría de alumnos que estaban allí tenían alrededor de 20 años, yo era muy joven y aquello me impactó mucho, el lenguaje del jazz, gente de todo el mundo, me encantó. Al volver a casa me dije: esto es lo que quiero hacer. Y me gustó en lo artístico pero también en lo humano. Esos son los dos valores que nunca he perdido, son valores que tiene esta música y que me han enganchado siempre. A día de hoy nos los he perdido.
…te das cuenta de que en ese momento, en el escenario, el tiempo se detiene y lo que aparece, al margen de los problemas que siempre hay en el directo, lo que mayormente aparece entre los tres, no es codificable en palabras, hay un grado de compenetración y de actividad que es lo que nos tiene verdaderamente enganchados, ese es el motor del proyecto.
Para mi esa formación estable acaba siendo la consecuencia de muchas cosas que tienen que ver con lo musical pero otras veces también con lo humano, imagínate las experiencias que acumulas, todo eso va dejando un poso en la música, en la forma en la que te relacionas con ellos, en la apuesta artística que tienes, etc. En el fondo es como una familia nómada, es una pasada el concepto si lo piensas. Es una familia con la que creas lazos de una manera deslocalizada, no lo haces en un lugar concreto lo haces en lugares muy cambiantes y sin arraigo a la tierra. No está circunscrita a un lugar sino a las emociones que tienes y que compartes con esas personas, y a la complicidad que se genera.
La importancia del factor humano en los proyectos artísticos es muy grande, al final es lo que te permite acabar disfrutando más de lo artístico. Y no tiene porque significar ver las cosas de la misma manera, sino ser capaz de compaginar puntos de vista diferentes. Es decir, al final la posibilidad de convivencia en un grupo de jazz (podríamos hablar de la sociedad también) se basa en saber gestionar sabiamente los conflictos.
Muchas veces cuando surgen cosas en la convivencia rehuimos a hablar del conflicto. El conflicto existe por que es necesario. ¿Qué hacemos cuando aparece?, ¿Salimos corriendo?, ¿Lo negamos?, ¿Sacamos el cuchillo? Yo creo que precisamente tener una actitud verdaderamente respetuosa con alguien que no ve las cosas como tú y ver un potencial de aprendizaje de esa persona respecto a una idea contraria que tú tienes, disfrutar de esa situación que se presenta y hacerlo con la suficiente humildad y conocimiento de causa (de lo que está realmente sucediendo) y con un poco paciencia, es mucho mas importante que esa falsa sensación que quieres transmitir de bueno rollo y de que bien nos llevamos… cuando en realidad no te soportas.
Son relaciones en las que prima más lo humano que lo artístico pero es que están muy relacionados lo humano y lo artístico. Por eso precisamente es tan bonito vivirlo, cuando este proyecto de Abe Rábade trío se acabe algún día, esta unión que hay en torno al proyecto artístico, va a ser precioso recordar lo que había… y eso es algo que te hace darte cuenta de lo que tienes entre manos.
Me pasa algo parecido con los discos que hago. Este disco nuevo “Once” es una cristalización de una experiencia humana y artística con Bruno y con Pablo en estos últimos años y está en esta cajita y suena así. Darte cuenta de esto, del peso que eso tiene vivencialmente es algo muy lindo, es algo que enseguida se va, surgen problemas y conflictos, pero hay que disfrutarlo, hay que saber disfrutarlo.
Cada vez que subes a un escenario (como esta noche en Jazz Circulo), y especialmente con ellos (Bruno y con Pablo), me pasa de la forma más vivida que me puede pasar. Tú te das cuenta de que en ese momento en el escenario el tiempo se detiene y lo que aparece, al margen de los problemas que siempre los hay en el directo, lo que mayormente aparece entre los tres, no es codificable en palabras, hay un grado de compenetración y de actividad que es lo que nos tiene verdaderamente enganchados, ese es el motor del proyecto.
El Método Kodály
El Conservatorio Histórico de Santiago, que fue donde esto se puso en marcha, sabiamente le hizo caso a una pedagoga norteamericana, que ya no vive desde hace unos años, Sally Albaugh. Ella había llegado a Santiago de Compostela y empezó a dar clases en la escuela con este sistema, que para su época era bastante rompedor y muy innovador. El sistema es de un compositor y didacta Húngaro, Zoltán Kodály que fue quien lo ideó.
Es un programa que se desarrolló durante tres o cuatro años y yo tuve la suerte de que mis padres me matricularon en iniciación musical con esta mujer y ahí es donde empiezo a hacer preparatorio de piano para el conservatorio y demás.
Lo que pasó es que cuando terminé estos cursos de iniciación y empecé a hacer el programa convencional en el conservatorio aquello fue una calvario.
El programa Kodály era muy interesante, yo recuerdo jugar con tules (telas) con el pentagrama pintado, las notas eran unas chapas que había en el suelo, cantabas un, dos, tres, cua, cin, en vez de Do, Re, Mi, Fa, Sol, las notas las colocabas… Eran cosas que retrospectivamente entiendes que fomentan la asociación entre lo espacial y lo sonoro, el juego y el grado, la altura sonora de la nota… Cosas que eran muy acertadas para empezar a entender la música con esa edad. Después cuando eso se acaba y empiezas el solfeo, parecía que estabas orando en misa, no cantando, fue un desastre. Mi hermana y yo aguantamos dos años en el conservatorio hasta que abren esta escuela que te comentaba antes.
Dicho esto, yo diría que la música, como todo, es un gran dialogo entre el conflicto que generan dos polos. Por un lado el de la creatividad y por otro el de la racionalidad, como casi todo en la vida.
Al final esa otra dimensión que tiene la música hay que estudiarla (racional). La música claro que tiene una dimensión que es árida y pétrea pero hay que entrar ahí. En los últimos años de mi carrera mi formación ha estado centrada en ese aspecto de la música que es mucho menos creativo y mucho más científico si quieres. En estos años he estudiado mucho sobre orquestación, composición, análisis y son dimensiones de la música que aparentemente son mucho menos creativas pero que al final lo son tanto o más que esa dimensión del juego, la creatividad y la espontaneidad. Este es el eterno debate que se presenta en un montón de cosas en la vida.
En la música cuando alguien te hable de creatividad y de juego y de interacción sin más, sospecha, porque algo pasa ahí, demasiado “naif”. Personalmente creo que tiene que haber un campo de juego importante previo a la ruptura y a la reinterpretación de esas bases pero tiene que haber unas bases solidas de verdad. Algo tan simple cómo que tienes que saber como poner las manos en el instrumento antes de jugar ¿no?
…no nos dejemos llevar por la falsa impresión de que el jazz solo es libertad, yo juego y tu juegas… es verdad, tiene esa parte y es preciosa, y maravillosa, pero también tiene la otra que son aspectos que requieren muchos días sin sueño y mucho trabajo, como en cualquier otra profesión, y disciplina.
¿Quizá todo esto tiene que ver con la paradoja del personaje de Charlie Parker?
Clint Eastwood creo que hizo mucho daño al hacer una caricatura de Parker en esa película («Bird»). Dicen, hablo de fuentes que conocieron a Charlie Parker en dos grados, que Bird era un currante brutal, debía ser un tipo genial, brillante. Yo es de los que más estudio y dando clase de los que más recomiendo y más insisto porque la diversidad de lo que toca, la variedad de lo que toca, la genialidad de lo que toca y la organicidad de lo que toca es tan brutal que hay que aprendérsela. Hay que robarle a los buenos y Parker es uno de ellos.
Dicho esto, tenía problemas muy graves de adicción y en concreto con la heroína, que se lo llevó por delante muy joven con treinta y pocos, pero buscar en eso la causa-efecto de su genialidad, que es a lo que ayuda Eastwood en esa película es un error. Lo convierte en un poeta maldito del saxofón y ¿hasta que punto lo era?
Yo no lo creo. Charlie Parker, por ejemplo, admiraba a Stravinski y lo admiraba desde el punto de vista que estamos hablando, llegó incluso a analizar sus obras. La admiración era mutua. Sabes que Stravinski fue a ver a Parker al Birdland y el hizo una cita de la “Consagracion de la Primavera” en un solo, y Stravisnki se quedó con el detalle. Charlie Parker yo creo que pese a experiencias complicadas con las drogas era un currante nato y eso se nota en su música.
Charlie Parker es un buen ejemplo de esto que comentamos de la educación equilibrada entre un dominio técnico de su instrumento brutal, y eso es algo muy rígido, son horas y horas de trabajo, hábito y picar piedra. Además del aspecto creativo fluido, liquido que te lleva a … pffff.
Pero son las dos cosas actuando. Lo que te decía antes que era importante, no nos dejemos llevar por la falsa impresión de que el jazz solo es libertad, yo juego y tu juegas… es verdad, tiene esa parte y es preciosa y maravillosa pero también tiene la otra y la otra son aspectos que requieren muchos días sin sueño, mucho trabajo, como en cualquier otro empleo, y disciplina.
La disciplina puede ser algo muy bonito y hasta creativo, puede ser algo que te mete en un universo que es el del análisis, el esfuerzo, que al final acaba teniendo valores potentísimos y que hibridados a lo otro (creatividad) son de los elementos que mejor músico te pueden llegar a hacer.
…cuando el caldo de cultivo en el que desarrollas la actividad del jazz en un país como España, es deficiente, porque lo es, por programaciones, porque no hay suficientes clubs, o instituciones que promuevan o apoyen esta música, etc. Cuando sucede esto, echarle rigor a tu proyecto, a tu profesión, es complicado porque todo tu ser tiene que querer hacerlo.
La música, el músico, la creatividad y el público
La vía que que tu puedes sugerir para que la gente se enganche a tu música, desde un escenario no puedes forzarla pero si puedes sugerirla, yo creo que tiene que ver con algo que es la danza relacionada con la música, esto es algo que hablo mucho con los alumnos.
Muchas veces para entender cómo una frase musical debe de ser tocada hay que entender el movimiento que esa frase musical lleva asociado, el movimiento físico en el instrumento. Y voy incluso un paso más allá, ese movimiento físico que hace que la frase suene con la carga emotiva que debe de tener lleva consigo un poso psicológico, o emocional, o expresivo y hay una gestualidad específica que favorece que ese poso salga a flote de una forma más efectiva.
Si tú cuidas eso, si cuidas la gestualidad para con tu instrumento, en general, creo que es la manera en la que puedes enganchar a la gente que te está escuchando. El público comenzará a ver una cadencia de movimientos que remiten a la danza, por eso la mencionaba antes. Al final es un tema vibracional, pero tus movimientos corporales están favoreciendo que aquello se entienda también de una forma visual.
Pero pasa una cosa también, cuando el caldo de cultivo en el que desarrollas la actividad del jazz en un país como España, es deficiente, porque lo es, por programaciones, porque no hay suficientes clubs, o instituciones que promuevan o apoyen esta música, etc. Cuando sucede esto, echarle rigor a tu proyecto, a tu profesión, es complicado porque todo tu ser tiene que querer hacerlo. Quien está dispuesto a hacerlo, en su apuesta musical se nota.
Ese querer hacer es lo que hablábamos antes, implica perder horas de sueño, estar dispuesto a hacer el aporte necesario diario técnico que requiere tu instrumento, tu formación musical, aprenderte temas, ir a Jams, ir a conciertos, preparar tu disco, una inversión de dinero, y a veces pasarlo económicamente peor de lo que querrías. Pero al final hay un ideal mayor que es un ideal estético, un ideal artístico que digamos que te hace sobreponerte a todos esos esfuerzos que haces.
Y si tienes eso claro empiezas a ver una parte de esta profesión que, a la fuerza, te tiene que hacer conectar con la gente para la que tocas. “Come rain or come shine” como dice el estándar, llueva o haga buen día tú vas a estar ahí, es tu apuesta.
Hay muchos vectores en la música, en el jazz, y creo que prácticamente cualquier apuesta que tenga un mínimo de rigor encima de un escenario, te lo digo como músico y como amante de la música, a mi me hace casi siempre sacar algo en limpio. La baraja se rompe cuando la pretenciosidad manda, cuando tu pretendes ser algo que no eres, ahí no conecto y me cuesta sacarle partido. Cuando hay un ejercicio de impostación. Los músicos somos actores también, vale, pero yo me quiero creer el acto que te has preparado, quiero que me llegue. Esa falta de autenticidad es una de las cosas en las que más insisto en mis clases. Nadie puede poner en duda, cuando subes al escenario, tu credibilidad.
[Once] Es el disco de todos los que he hecho hasta ahora que a mí más me exige como pianista. Estoy contento porque suena simple, en el sentido de claridad, de esencia, pero dentro hay mucha complejidad.
Sobre ONCE
En Once cristalizan un montón de experiencias musicales de los últimos tres años. Hay cosas que son reducciones de obras clásicas. El tema “Tránsito 5: Meditación e danza” en origen es una obra para orquesta de cuerda, flauta y piano. Es una obra que se estrenó hace 3 años y que reduje para el trío, con el contrabajo de solista, con el acompañamiento original de piano y con una segunda parte donde el instrumento de cuerda tiene un protagonismo grande, están las lineas reducidas para la mano izquierda del piano y para el contrabajo y es como una especie de danza árabe.
Tiene también un tema muy mítico de Milladoiro, una banda de música tradicional de Galicia, una de las más grandes, tiene ya 30 años de existencia. Es un tema de su primer disco “A Galicia de Maeloc”, el tema se llama “A bruxa”.
Hay un homenaje a Paco de Lucía aprovechando que está en la banda Pablo Martín Caminero que es un contrabajista especialista en Flamenco. Y es una maravilla que el repertorio en un momento dado se vaya a otro terreno.
Hay dos temas experimentales. Uno de ellos es una transcripción de gotas de agua que grabé porque me estaba fascinando el sonido que producían (eran camisetas en un tendal), era brutal lo que sonaba y grabe 30 segundos con el móvil y lo transcribí. Es una cosa extremadamente difícil de tocar con el piano pero el propio intento de recrear ese sonido hace entrar a la gente en un punto muy sugerente y muy diferente al resto del repertorio.
El otro tema es un experimento rítmico. Yo soy estudiante desde hace muchos años del método rítmico hindú, posiblemente el más complejo del mundo, es una pasada, muy potente. La peculiaridad que tiene, lo que lo hace tan atractivo es que mezcla los ritmos entre si. Crea polirritmias, consigues dos frecuencias en paralelo comunicándose.

Ya es el tercer tema que hago así, en el disco Zigurat tengo uno que se llama “7 contra 5”, en el disco A Modo otro que se llama “9 contra 4” y en Once otro un que se llama “11 contra 7”. Es un poco experimental, combina 11 pulsos frente a 9 pulsos y viceversa. En el fondo tiene mucho de estudio para mi, y de formación. He intentado con esos mimbres y con ese estudio llegar a entender esos ritmos y ese cruce tan complejos e intentar hacer algo lo más musical posible.
Es el disco de todos los que he hecho hasta ahora que a mi más me exige como pianista. Estoy contento porque suena simple, en el sentido de claridad, de esencia, pero dentro hay mucha complejidad. Es el disco que más tengo que preparar, el día antes o el día del concierto siempre tengo que repasar algunas cosas. Es algo que se nota por dentro.
Cuando la música suena compleja, es lo que hablábamos antes, a la gente le cuesta entrar y puede ser un problema. Lo que pasa es que aunque suene aparentemente esencial y claro, a un oído atento, e incluso a una persona que sepa de música, cuando se acerque a escuchar con un poco más de profundidad verá los contrapuntos, las segundas voces, la melodía armonizada…
Otros Proyectos
Un dueto con un pianista clásico, Javier Otero Neira, con el que estamos intentando tender un puente entre el Jazz y la música clásica con compositores como Schuman, Schubert, Bach o Erik Satie entre otros. En el proyecto intentamos trabajar con la base de compositores clásicos y estándares de Jazz y a partir de los clásicos trabajar esas bases armónicas, improvisar en cierto modo a partir de esas melodías… hacer una especie de hibridación entre ambas músicas.
Estrenamos el proyecto hace unos meses en A Estrada, Galicia y vamos a intentar hacer más conciertos. Durante el mes de diciembre estaremos grabando videos promocionales. Este proyecto es uno de los que más enganchado me tiene ahora mismo, también por lo formativo.
Por otro lado estreno el 1 de junio una obra para coro de niños, orquesta sinfónica y piano. Es una obra que se llama “Tempos Velados”, son cuatro movimientos a partir de cuatro textos poéticos diferentes muy interesantes. La obra está casi terminada, me quedan los últimos retoques, y la verdad es que va a ser una pasada poder estrenarla en el auditorio de mi ciudad.
Y también dando clases, me encanta hacerlo, doy pocas y eso me gusta porque las doy con ilusión y con el máximo nivel de energía e intentando implicar a los alumnos todo lo que puedo. Es un proyecto muy chulo, llevo ya 16 años junto a Paco Charlín y Luis Carballo, en la coordinación. Se llama Seminario Permanente de Jazz de Pontevedra. Un proyecto que cuenta con la participación activa del Ayuntamiento de Pontevedra desde que comenzó. Además funciona un poco de forma diferente a lo habitual, solemos traer artistas invitados en primavera para hacer conciertos con alumnos en el teatro principal del Ayuntamiento, tiene una marcada intención de ser un ascensor profesional para quien quiera dedicarse al jazz.
Y estudiando como un poseso porque creo que es la única vía de evolución posible.
Fotos: Sergio Cabanillas, Marta G. Brea, Alexandre Fernández y Juan L. Amado