
Metodología, pedagogía y aires de grandeza
Ni soy músico ni pedagogo, eso que vaya por delante. Pero se me ocurren un algunas coincidencias o casualidades interesantes a propósito de la reciente película Whiplash.
Recuerdo perfectamente la frase de un “particular” profesor que tuve hace unos años, decía algo así como: “no le deseo a nadie que pase lo que tengo que pasar yo”, dando a entender que en el fondo si uno se paraba a reflexionar iba a entender el por qué de los gritos, las humillaciones, las escasas maneras y la ignorancia de todo lo que rodea a lo poco que sabía este docente.
Lo he vivido personalmente y me lo han contado de diferentes formas y en diferentes sectores laborales. Las comparaciones son odiosas, lo sé, pero eso no impide asumir que tenemos patrones muy básicos de comportamiento independientemente del entorno, la gente y los estímulos.
“Whiplash” (Damien Chazelle) es una historia sobre un joven músico convencido de su objetivo, llegar a ser uno de los grandes del Jazz. La película echa mano de recursos muy facilones para mantener la atención del espectador, nos lleva hasta el extremo, nos enseña sangre y gritos, humillaciones. Personalmente creo que cumple su objetivo, apenas pestañeé, pero tanta ambigüedad y tan poca profundidad de los personajes me dejaron un poco frío.
Luego está el tema de la pedagogía y ese “particular” profesor, “la letra con sangre entra”. Tengo varios amigos que han experimentado en sus carnes un rechazo somático hacía algún instrumento e incluso yo mismo hacia una de mis pasiones, la cocina, por motivos pedagógicos también, entre otras cosas. O, si nos dejamos de eufemismos, por tal o cual profesor o jefe de cocina. Todos hemos comentado alguna vez lo importante que era el docente que nos tocó en el instituto para tener más o menos interés por unos temas u otros.
Simmons le decía a Andrew (Whiplash) en una conversación de bar que en absoluto se arrepentía de sus prácticas, ni de su metodología para con sus alumnos, aun sabiendo lo determinante que podía ser para muchos de ellos. Simmons buscaba un “Charlie” para convertirlo en un “Bird”. La vía para ello era llevarlo hasta el limite porque de ninguna otra forma iba a superar sus propias metas.
Es un tema farragoso este. He experimentado metodologías autoritarias y algo sé de sus virtudes y sus defectos. El punto para mi es la consideración que uno tiene del otro. Alguien autoritario indudablemente asume el control del mensaje, uno que no lo es tiene más puertas abiertas e introduce al alumno en la ecuación, no lo deja fuera.
La rigidez de la enseñanza clásica frente a la aparente flexibilidad del Jazz puede parecer un buen ejemplo pero el asunto es más profundo que eso.
Recuerdo cuando llegué a Lasarte y dejé mi mochila en una taquilla del restaurante, fueron unos meses excesivamente densos y enriquecedores a la vez que indignantes y desmoralizadores. Les invito a tirar del hilo si realmente quieren saber cómo funciona la alta cocina en este país. Sinceramente espero equivocarme y que las nuevas generaciones acompañen las infinitas horas de trabajo con formación (de la que no es culinaria) y respeto, cosa que brillaba por su ausencia. Más allá del halo de elitismo que impregna a la cocina últimamente, hay muchas carencias aún y una de ellas, quizá de las más importantes, tiene que ver con los gritos, las humillaciones y las escasas maneras de algunos responsables.
Al margen de paralelismos con la cocina, lo que voy buscando es ese posible debate que puede generar la película sobre las virtudes y las miserias del autoritarismo frente otros métodos de enseñanza, ya sea en la música, en la cocina, en el instituto o en tu oficina.
Lo que digo es que los gritos y las humillaciones también dan frutos y muchas veces muy buenos, de eso estoy seguro, pero también tiene efectos secundarios que en la mayoría de las ocasiones no se contemplan, no son relevantes, cada uno que se arregle como pueda, se generan miedos, hábitos justificados por la presión y no por la calidad o el buen hacer… Que un docente afirme que busca la excelencia por medio de la imposición y el miedo parece que se deja mucha «chicha» por el camino. Es falta de formación pensar que vas a convertir «un Charlie en un Bird».
Aun así es arriesgado comparar la música con otras profesiones, el lenguaje musical tiene una complejidad casi infinita frente a otras disciplinas y el nivel de exigencia y especialización no siempre es tan alto como en el Jazz o la música Clásica. Pero sigo diciendo que no se puede perder de vista ningún elemento del aprendizaje, y limitarnos a memorizar un proceso o repetirlo mil veces hasta que lo dominamos no es suficiente. Si somos capaces de dominar otras variables que apuntan hacia nuestro objetivo será más fácil hacernos con él. Prueben si les parece bien.
Hace poco decía una amiga que hace música latina desde un instrumento como el violín que aprender a bailar salsa, por ejemplo, era fundamental para entender el género y por lo tanto para tocarlo de forma mas fiel, más auténtica, mejor.
A eso me refiero exactamente, ninguno de los personajes con ese talante autoritario que me he encontrado contemplaban ni por lo mas mínimo algún elemento ajeno a su materia como influyente de manera directa. Ellos conocen el método, tienen la clave, la idea, tú no. Así que solo queda oír, callar y ejecutar.
A veces son aires de grandeza, a veces es ignorancia, la pena es que en cualquier caso no deja de ser una falta de responsabilidad grave.
Aunque por otro lado ya saben que de todo se aprende…