
Pobre Mariano
(Con el permiso de EL ROTO. Andrés Rábago García)
A propósito de la visita de Laurent y Mónica, ambos residentes en la periferia de París, tenía ganas patalear un poco y dejarlo por escrito.
Lo cierto es que el concierto fue maravilloso, son dos músicos como la copa de un pino y bien que lo demostraron. La nota agridulce fue quizá un mal cálculo en las expectativas de público. Supongo que por muchos motivos, pero no es de eso de lo que quiero hablar.
En Francia existe una cosa que se llama «intermittent du spectacle«, algo así como una regulación oficial para trabajadores temporales del mundo del espectáculo. En Bélgica creo que hay una legislación similar, pero algo más exigente. En España estoy seguro de que hay un equivalente pero la práctica parece que está a años luz.
Sin poder dar muchos detalles, lo que sé es que en Francia cuando un músico declara unos 45 bolos al año el Estado lo reconoce como tal y le concede ciertos derechos y beneficios como trabajador, además de un sueldo anual. Sin entrar en comparaciones entre países y legislaciones, lo que se desprende de esta medida es, cuando menos, cierto reconocimiento a un trabajo -porque ser músico es un trabajo-, y a una formación. Puede ser más o menos difícil llegar a conseguir 45 conciertos en un año pero al menos se tiene una referencia, una meta a la que se puede llegar.
Ahora sí, cuando pienso en las cosas que veo y escucho en Madrid relacionadas con la música, los músicos, los actores, la crisis, los recortes, la ausencia de fondos, la eliminación de los festivales, la ausencia de cachés, las «pruebas de nivel» y un largo etcétera, lo que me viene a la cabeza es «no entiendo nada«.
Ya no se trata de fomentar o no la cultura o la música, lo que asusta es leer entre lineas. ¿Cuál es la consideración que tienen las instituciones sobre el mundo de la cultura, y de la música en concreto?
Aunque en Francia parece que la regulación de los «intermittent du spectacle» está en pleno proceso de discusión y todo apunta a que se endurecerán los requisitos, lo cierto es que los trabajadores del espectáculo están dentro del circulo, forman parte del sistema. Lo que nos pasa aquí es que los artistas ni siquiera están dentro de la regulación, bueno lo están, pero sin estarlo.
Si uno es capaz de buscarse la vida y consigue hacerse un hueco, con sus propias manos, pues estupendo. Pero digamos que, desde el origen, apenas hay oportunidades a las que agarrarse, no hay escaleras. Y no hablo de subvenciones, ni siquiera de una remuneración como artista o músico sino de fomentar la cultura (creo que no es necesario insistir en los beneficios de fomentar la cultura ¿no?). Desde lo público se pueden ceder espacios, ofrecer colaboraciones, promocionar el talento, aumentar el valor de la ciudad como potencia artística, etc. Y no parece que sea necesario gastar un dinero que no tenemos (en la cultura hay mucha solidaridad y con pequeñas aportaciones se pueden conseguir muchas cosas). Existen mercados, plazas, hospitales, bulevares, estaciones de tren, metro, parques, calles donde se podrían ofrecer actividades, no solo porque es necesario invertir en cultura sino porque la vida en la calle forma parte de la idiosincrasia de un país y de una ciudad como la nuestra. (Programa Estación Abierta Adif)
Así que la sensación que tengo es: «las cosas son muy complicadas, hay dificultades económicas serias y no estamos para tonterías». Llegar a esto personalmente creo que es un error básico. Entre otras cosas porque la cultura es un amortiguador del malestar social muy importante y con un poco de «mano izquierda» sería posible pasar este mal trago que nos ha tocado (lo digo deliberadamente, nos ha tocado, es responsabilidad de otros) con un poco de dignidad. Se puede recortar sin reprimir, sin ofender y sin perder por completo la credibilidad y la confianza (si es que la había).
«Pensar que la piratería es el gran problema de nuestra época para la cultura es como creer que la culpa es de Mariano porque no cumple lo que promete»
Supongo que seguiremos con la misma linea que llevamos hasta ahora, recortar todo lo «necesario» hasta que las arcas estén más o menos estabilizadas y después de eso empezarán a conceder ciertas facilidades. Porque sí, porque en el fondo seguimos siendo un poco catetos. Pensamos que somos un país civilizado, avanzado, razonable, privilegiado… y en ciertos aspectos no podemos quejarnos pero, que cualquier cargo político me mire a los ojos y me diga «estamos haciendo las cosas bien» sin que le atraviese un pequeño escalofrío por todo el cuerpo…
Lo que digo al final es que, más allá de subvenciones, instituciones públicas, salas de conciertos, discográficas, cachés y piratas, hay una cuestión de voluntad y actitud. Es necesario inculcar a todo el mundo que la cultura popular es necesaria, ya sea a través de los músicos, los actores, directores de cine, fotógrafos, etc. Los conciertos hay que pagarlos, de la misma forma que le pagamos al fontanero o al electricista. Y si no hay fondos que lo financien pues tendremos que hacer piña, y eso va tanto para los asistentes a cualquier evento como para los programadores y las salas.
Internet ha cambiado todo, eso es cierto, pero más allá de luchar contra ello hay que buscar las conexiones porque, ni se le pueden poner puertas al campo, ni se puede mirar hacía otro lado. Si viviésemos en sociedades rurales en las que las preocupaciones son otras, el clima, la gestión de los recursos naturales, la vivienda, los servicios básicos, etc. la discusión sería otra. Pero lo cierto es que vivimos inmersos en un mundo tecnológico (y lo que nos queda), para bien o para mal, y pensar que la piratería es el gran problema de nuestra época para la cultura es como creer que la culpa es de Mariano porque no cumple lo que promete.